Pasa lento. Suave. Inaúdito. Sin apenas hacer ruido. Simplemente va pasando. Rozándo nuestras gargantas. Cantándonos susurros de viento. Recordándonos a qué sabe la amargura del invierno. Sabe a tí. Eso está claro.
A frío. A lluvia. A humedad. Sabe a abrazos cálidos y a besos rotos. A lejanía, y a la vez a nostalgia. Sabe. Y deja de saber por minutos. Algún día no lograré recordar a qué sabe un invierno contigo. Me limitaré a acostumbrarme a uno sin tí.
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